16.5.20

V

Galdós y Valle-Inclán se autoeditaron, y no por necesidad. Borges —mejor dicho, su padre— pagó la publicación de su primer libro, al igual que hicieron Lorca y tantos otros. Las obras a modo de suplemento de la revista Litoral eran costeadas por los propios autores: Aleixandre, Cernuda, Alberti… De sobra es conocido que los gastos de la primera publicación de Miguel Hernández, Perito en lunas, fueron cubiertos por Luis Almarcha, cura de su pueblo, o que el dinero empleado en la edición de El rayo que no cesa lo iba devolviendo el propio poeta a sus editores, Manuel Altolaguirre y Concha Méndez, a media que vendía ejemplares en presentaciones y entre los amigos. Todo esto era habitual, al igual que las colectas para que una obra viera la luz. El escritor que hoy autopublica su libro gracias a una campaña de crowdfunding y lo mueve por su cuenta no es nuevo bajo el sol y debe sentirse bien orgulloso de ello.

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