28.4.20

II

De pronto, Bécquer: «¡Dios mío, qué solos / se quedan los muertos!». Así ha sido siempre en velatorios y entierros. Cualquier persona sensible percibe esa soledad del cuerpo yerto, convertido en figura de cera, esté su ser acabado o en otra parte. De pronto, pensarlo: en estas semanas, sin posibilidades de despedida, qué solos, qué solos se quedan, aún más, los muertos.

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