25.4.20

I

Una de mis palabras predilectas del español es naide. La escuché por vez primera en boca de un niño que se había unido a nosotros para jugar al fútbol en la calle: «A mí no me la pasa naide». Reíamos los demás niños a sus espaldas, porque era gitano y podía pegarnos (eso creíamos entonces por experiencias anteriores en el barrio). Naide quedó en mi cabeza como una gracia, me gustaba recordarla de vez en cuando. Sólo ya siendo adulto comprendí que, si continuaba placenteramente en mi memoria, era porque su sonoridad me resultó agradable desde el primer momento: la i de nadie desplazándose por error junto a la a crea una sílaba menos dura, más natural. 

Apenas he tropezado más veces con este vulgarismo, aunque sí de forma especial en canciones de Atahualpa Yupanqui o Jorge Cafrune que he escuchado gracias a mi madre. En ellas la pronunciación de naide suena profunda. Aprendí que su uso se da en lugares marginales y entornos rurales de España y, sobre todo, de América Latina. Forma parte del folclore en castellano y la escuchamos también en el flamenco. 

Aprendo ahora por el María Moliner que en la evolución de la palabra ya existió la forma naide y que luego, por regresión culta, se convirtió en nadie. Me alegra saber que cierta sabia ignorancia popular se resiste a ese cambio o lo revierte. Una minoría, en los márgenes. Porque, para la mayoría, ser naide debe de significar ser menos aún que nadie. «A mí no me pasa naide», nos decía el niño gitano. «A mí no me espera naide», nos dice un gaucho en una canción de Yupanqui. Y esos naide, a su vez, son ellos mismos, olvidados. Si nadie es un pronombre indefinido, esa indefinición es más honda aún en naide

Por todo ello, siento más cercano a mí el término vulgar. Alguna vez he acariciado la idea de titular con él uno de mis libros, pero no he sido valiente o no ha habido oportunidad. Naide, por otro lado, me disgusta cuando parece también un nombre de isla o de diosa o de princesa de poemas modernistas y artificiales, aunque, eso sí, con sabor a lejanía. Pero eso no impide que sea el nombre de este blog, porque al escribir reflexiones que a muy pocos importarán me siento errático, pequeño, lejano, naide.

6 comentarios:

  1. Te deseo lo mejor en este viaje por el mundo de las palabras. Estoy convencido de que nos llevarás por vericuetos alucinantes. Un abrazo, con admiración y gratitud. Manuel M

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  2. Enhorabuena por el desembarco, Capitán "Niemo". Espero larga y fecunda travesía.

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  3. Esperemos que sí, Alberto. Muchas gracias.

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  4. Una idea excelente, José. Y una primera reflexión serena, poética y "vulgarmente" elegante. Enhorabuena por la iniciativa. Larga vida.

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