En la valoración de una obra de arte, nada importan los méritos al llevarla a cabo. Lo eminente es su fruto. A menudo se dice de un actor que hizo no sé qué gesta para preparar un papel. O que es más difícil escribir de un modo que de otro, en unas circunstancias que en otras. O que para determinada edición de un libro se han realizado procesos minuciosos y complejos. Todos esos méritos no incumben al público más apetecible. Dejémoslos para la sugestión y otras acciones epatantes. Méritos, medallas de latón, nada.
No hay comentarios:
Publicar un comentario